"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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23-07-2011 |
Una mentira repetida...
“Una mentira repetida cien veces se convierte en verdad” razona Goebbels, teórico de la propaganda nazi. La afirmación vale observando la conmemoración de los doscientos años del Ejército Nacional. ¿En verdad éste nace con la Batalla de Las Piedras? ¿O tiene otra cuna, espuria? ¿Él, a lo largo de su historia ha sido o es -salvo minorías o excepciones como las de Seregni o Licandro- representante del ideario arrtiguista? ¿Cuando el 18 de mayo los mandos actuales y pasados, incluidos algunos ex presidentes,cantaban “¡tiranos temblad!” , acompañados de algunos hombres y mujeres del pueblo, baleados, torturados, encarcelados por ese Ejército, llevaban consigo el pensamiento de las Instrucciones del año XIII que consideraba que “el despotismo militar será aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la voluntad de los pueblos” ? ¿O el espíritu de Artigas y de sus combatientes, estaba presente en esa ceremonia por los familiares que recordaban a las y los jóvenes que con su pureza y valor emularon a aquellos lanceros? En Las Piedras, la hidalguía de Artigas vive en el recuerdo de Fernando Díaz y de Pablo Errandonea, sus hijos entrañables, que aprendieron en sus escuelas y liceo, el valor de la lucha libertaria identificada con las aspiraciones del pueblo. En esos jóvenes -arrojados al mar o fusilados al pisar suelo oriental tras el Segundo Vuelo de la Muerte-anida la rebeldía de nuestros antepasados. En ellos y en sus padres, curtidos en el desafío a las dictaduras -la de Francisco Franco o la de los peleles uruguayos- está el coraje de los combatientes: el del “Gallego” Ramón Díaz, que enfrentó a los falangistas, el del Pepe Errandonea, que aprendió que sus compañeros del liceo tenían razón cuando resistían las Medidas de Seguridad del régimen pachequista y la de Quica Salvia, que luchó hasta su último día para conocer el destino de su hijo desaparecido.
El Ejército de Artigas, de Fernando Otorgués, de Encarnación Benitez, de Francisco Bicudo, de Pedro Amigo, pelea con coraje indoblegable desde las Piedras a Tacuarembó (1820) hasta ser arrollado por el número, el poder de las armas y la disciplina del ejército invasor portugués. Artigas y pocos hombres “ de abajo” (zambos, mestizos, pardos, indios, negros, blancos pobres) se internan en tierras paraguayas donde está encendida la llama de la dignidad nacional americana con, el dolor de la derrota y de la traición, soñando que compatriotas los emularan. Algunos de sus integrantes vuelven a estar a partir de 1825 en la Cruzada de los Treinta y Tres, en Rincón y en Sarandí, hasta que los centralistas porteños, la Corte Imperial de Pedro I y el titiritero británico dan fin a la guerra de las Provincias Unidas contra Brasil (1828) y a las aspiraciones de unión y de independencia. La estela de Artigas queda en la historia.
¿Quién sin mentirse a sí mismo ni mentir al prójimo, puede pensar que el ejército de Artigas tiene que ver en las tres sublevaciones lavallejistas contra Rivera, o en el golpe de Rivera contra el gobierno legítimo de Oribe? Durante la Guerra Grande (1839-1852) y en los años siguientes hasta la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay (1865-1870), la ideología nacional y federal está presente en los hombres del Gobierno del Cerrito y no en los de la Defensa, y en los gobiernos nacionalistas desde el de Giró al de Aguirre, pero sería contra ellos que aparecería y perduraría el ejército comandado por Venancio Flores. Éste, también con tropas brasileñas, ataca a los gobierno de Bernardo P. Berro y de Atanasio Aguirre y fusila en Paysandú a Leandro Gómez y a más de cien de sus defensores (1865). Pero ese ejército de Flores tiene un mandado mayor que cumplir, impuesto por las oligarquías de Argentina y de Brasil y por el Imperio Británico: combatir al Paraguay independiente de Francisco Solano López. Y cumple. El diplomático francés M..Maillefer escribe: “Estos cumplidos (recibidos) son el único fruto que esta pobre República (Uruguay) sacará de cinco años de guerra contra su aliada natural, que ayudó a despoblar y a arruinar de punta a cabo en provecho del Brasil y de la Confederaciòn Argentina, quienes ya cobraron en parte sus enormes sacrificios, aquél por el dominio directo de toda la red flluvial, ésta por la toma de posesión del Chaco...”
El ejército “patrio” de Flores es el sobreviviente, da vida al actual Ejército, que oficia en varias oportunidades durante los siglos XIX y XX de instrumento del Partido Colorado. La única vez que pelea fuera de fronteras es en esa Guerra de la Triple Alianza o de la Triple Infamia. Después no habrá ocasión ni para el Ejército ni para la Marina y la Fuerza Aérea ya creadas, de combatir en la II Guerra Mundial, cuando Uruguay declara la guerra a Alemania y a Japón por presión de EE.UU. (febrero de 1945). En la disputa por el control de las futuras Naciones Unidas, los Tres Grandes (EE.UU., el Reino Unido y la Unión Soviética) acuerdan que la compondrían solamente los países beligerantes contra el Eje. Por esa declaración de guerra Uruguay se constituye en uno de los 51 miembros fundadores. Claro, sin participación militar . Las malas lenguas dicen que cuando Hitler conoce que ha entrado en guerra Uruguay, opta por el suicidio y Alemania capitula (1o y 2 de mayo de 1945)...
Y por fin “la guerra interna” decretada por el gobierno de Bordaberry (abril de 1972) ante el accionar armado incomprendido y sin pueblo del MLN-Tupamaros. “Guerra interna” contra la clase trabajadora y el pueblo desarmado, oficialmente dirigida “contra la subversión” y extendida hasta 1985, a pesa r de que las mismas Fuerzas Armadas señalan que la resistencia militar cesa en 1972. “Guerra interna” a pesar de que, como dijera el Dr .J .M. Sanguinetti, la resistencia después del golpe militar de 1973 no constituye delito, en tanto se dirige contra un poder inconstitucional.
Así, el Estado uruguayo participa en tres guerras: la de la Infamia contra Paraguay, en aquella en la que solo hubo declaración y la sostenida contra el bando sin poder militar. ¿No habrá llegado el tiempo de que las organizaciones sociales y la izquierda separen bien las aguas con los que -en aras de una falsa “unidad nacional” - engalanan con glorias artiguistas las vitrinas despobladas de los que no las tienen, quienes durante dos siglos han asesinado a mujeres y hombres del hermano pueblo paraguayo y del uruguayo? ¿No habrá llegado el tiempo para que la nueva oficialidad exija autocrítica y rompa con la verticalidad del pensamiento fascista trasuntada en la consigna de Mussolini pintada en los cuarteles de la dictadura: “el Jefe siempre tiene razón” ? La convivencia con los violadores, secuestradores de bebés, transportistas de la muerte, torturadores y asesinos, a la que debiéramos resignarnos ante la derrota por anular la Ley de Caducidad, arriesga tiempos borrrascosos. Agucemos el pensamiento y recordemos que forma parte de la lucha por la hegemonía ideológica, saber lo que temen los reaccionarios como Hitler, quien dice: “Un cerebro iluminado por nociones de historia llega a concebir ideas políticas y ello no redundaría jamás en beneficio nuestro. Más vale instalar un altavoz en cada pueblo ( Hitler desconocía el poder de imbecilización de los medios masivos de comunicación) , dar algunas noticias a la población y sobre todo distraerla. ¿Para qué concederle la posi bilidad de adquirir conocimientos políticos y económicos? No es cuestión de que la radio se inmiscuya en servir a los pueblos sometidos indiscreciones sobre su pasado histórico.”
Pos-data: para quienes saben que no miento digo que una vez elaborado este artículo, recibí de compañeros un texto de José P. Barrán “Las armas orientales ” extraído de “ Apogeo y crisis del Uruguay pastoril y caudillesco. 1839-1875”. Historia Uruguaya, tomo 4 de la de. Banda Oriental, 1982, pág. 99. La coincidencia en el planteo acerca del origen del Ejército me gratifica.
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